Théophile Gautier



Pierre Jules Théophile Gautier famoso poeta, dramaturgo, novelista, periodista, crítico literario y fotógrafo francés, nacido el 31 de agosto de 1811 y muerto el 23 de octubre de 1872. Pese a ser un ardiente defensor del Romanticismo, su obra tiene referencias del Parnasianismo (del que fue fundador), Simbolismo y Modernismo.

Nació en la población de Tarbes situada en el departamento francés de Altos Pirineos (Hautes-Pyrénées), en el suroeste de Francia, trasladándose en su infancia a vivir a París. En principio quiso ser pintor, pero sus inclinaciones literarias le llevaron a la poesía, entablando amistad posteriormente con Victor Hugo. En el colegio conoció a Gérard de Nerval, con quien entabló lo que luego sería una larga amistad. Su poesía empezó a desarrollarse a partir de 1826 y comenzó a publicarla en periódicos como La Presse, entre otros. Durante la época de 1830, adoptó las ideas revolucionarias que había en aquellos tiempos y vivió de forma bohemia. Al final de esta época perteneció al grupo extravagante y excéntrico de artistas de "Le Petit Cénacle" junto con Gérard de Nerval, Alejandro Dumas, Petrus Borel, Alphonse Brot, Joseph Bouchardy y Philothée O’Neddy También recibió la ayuda de Honoré de Balzac, quien le dio trabajo en la Chronique de Paris.

Durante toda su vida Gautier viajó por varios lugares del mundo entre los que destacan España, Italia, Turquía, Egipto, Argelia. Sus viajes influyeron en sus escritos, como Constantinopla, Viaje a España, Tesoros del Arte de Rusia o Viaje a Rusia. Los libros de viaje de Gautier son considerados de los mejores del siglo XIX por su estilo personal y su difusión de cultura de cada lugar. Cuando visitó España en 1840, finalizaba la Primera Guerra Carlista y fue elegido para cubrir la contienda como periodista, trabajo que consideró humillante. En su equipaje portaba un aparato fotográfico (daguerrotipo) con el que pretendía captar imágenes de su viaje. Nada se sabe de los resultados obtenidos, al parecer sus intentos fueron infructuosos.

Absorto en su trabajo después de la Revolución de 1848, escribió más de cien artículos en nueve meses. Su prestigio fue confirmado al ser director de la Revue de Paris en 1851-1856. Durante este tiempo llega a ser periodista del Le Moniteur universel y tiene gran influencia en la revista L’Artiste. En 1865 fue admitido al prestigioso salon de la princesa Matilde Bonaparte, prima de Napoleón II y nieta de Napoleón Bonaparte.

Pese a que fue rechazado tres veces por la Academia Francesa (1867, 1868, 1869), fue apoyado por el crítico literario más influyente de la época, Charles-Augustin Sainte-Beuve, quien lo consideró el mejor columnista de periódicos.

Gautier perteneció, junto con el poeta Charles Baudelaire y el Dr. Jacques Joseph Moreau, así como muchos otros literatos e intelectuales de su época, al club dedicado a la experimentación con drogas, principalmente hachís, llamado el Club des Hashischins. En un artículo publicado en Revue des Deux Mondes en 1846, Gautier detalló sus experimentos.

Theophile Gautier murió el 23 de octubre de 1872 y fue enterrado en el Cimetière de Montmartre, París, Francia.

La muerta enamorada

La muerta enamorada (en francés: La morte amoureuse [en ocasiones ampliado a Clarimonde, la morte amoureuse]) es un relato de Théophile Gautier publicado por primera vez en 1836, en la revista Chronique de Paris.

Se trata de un relato vampírico, narrado en primera persona por su protagonista, y probablemente influenciado por la obra de Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, muy admirado por Gautier. Charles Baudelaire llegó a escribir que ésta "es la obra maestra de Gautier".

Argumento

El párroco Romualdo, ya con setenta años de edad, narra a otro sacerdote una historia de su juventud, que el propio Romualdo califica de "singular y terrible", y de la que no está seguro de si fue un sueño o realidad.

Retrotrayéndose a la víspera de su ordenación como sacerdote, Romualdo cuenta cómo había vivido por completo ignorante del mundo exterior y cómo no había nada más excelso para él que la vida religiosa.

Sin embargo, al acudir a la ceremonia de ordenación, queda prendado de una misteriosa y bella mujer, quien le lanza una mirada tan hipnótica que hace escuchar a Romualdo su súplica para que no lleve a cabo su ordenación y sea suyo. Romualdo desea rehusar el sacerdocio, pero se muestra incapaz, pese a todos sus esfuerzos, de realizar su propósito, y cumple mecánicamente con los pormenores del sacramento.

Cuando se dispone a abandonar la iglesia, la misteriosa mujer lo aborda y le reprocha lo que ha hecho. Al poco, un paje entrega al recién ordenado sacerdote una cartera que contiene únicamente dos hojas de papel con estas palabras: "Clarimonda. Palacio Concini".

Obsesionado por volver a ver a Clarimonda, Romualdo muestra un extraño comportamiento que inquieta a su patrono, el abad Sérapion, quien le conducirá, al día siguiente, a la parroquia asignada al nuevo sacerdote. Una vez instalado como párroco, Romualdo es requerido para oficiar un servicio fúnebre para una gran dama que resulta ser Clarimonda. Creyéndola muerta, no resiste la tentación de besarla en los labios. Pero, para su sorpresa, Clarimonda responde al beso, y anuncia a Romualdo que volverán a verse.

Poco tiempo después, y durante los siguientes tres años, Romualdo recibe cada noche la visita de Clarimonda, quien se lo lleva con ella a Venecia para que sea su amante. Así sucede, pero cada día, el sacerdote vuelve a despertarse en su parroquia, para volver por la noche al encuentro de Clarimonda. Romualdo no es capaz (ni llegará a serlo nunca) de saber si todo cuanto vive es realidad o ensoñación. El abad Sérapion le previene contra Clarimonda, que resulta ser una vampira, pues se sirve de la sangre de Romualdo para mantenerse viva, tal como el sacerdote descubre una noche, al no beber un vino narcotizado que ella le había preparado.

No obstante, Romualdo continúa amando a Clarimonda, por lo que el abad Sérapion termina por obligarlo a contemplar a Clarimonda en su ataúd: Sérapion abre la tumba de la vampira y rocía el cuerpo con agua bendita, reduciéndolo a polvo. Esto, sin embargo, no basta para destruir a Clarimonda, quien, furiosa, recrimina a Romualdo por escuchar al abad y le anuncia que rompe para siempre toda comunicación con él.

El relato finaliza con el anciano Romualdo agradecido por haber salvado su vida y su alma, pero lamentando todavía su separación de Clarimonda.



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Posted by raciel | en 9:52

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